Las redes sociales y los sistemas de mensajería son atractivos para los jóvenes porque su sistema de funcionamiento implica la respuesta rápida, las recompensas inmediatas y la interactividad. El uso, en principio, es positivo, siempre que no se dejen de lado el resto de las actividades propias de una vida normal (estudiar o trabajar, hacer deporte, practicar las aficiones, salir con los amigos o relacionarse con la familia). Otra cosa es cuando el abuso de las redes sociales provoca alejamiento de la vida real, induce ansiedad, afecta a la autoestima y hace perder capacidad de autocontrol. Las motivaciones de las personas para tener cuenta en Twitter, Facebook o Instagram son múltiples: ser visibles ante los demás, reafirmar la identidad ante el grupo, estar conectadas a los amigos o intercambiar fotos, vídeos o música. A su vez, el WhatsApp puede facilitar el enganche porque es gratuito y a menudo no se desconecta por hábito (al mirar la hora, ya se sabe si una persona tiene avisos ...
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Las redes sociales ofrecen infinitas posibilidades, tales como, entrar en contacto con gente de otros países y culturas, mantener el contacto con personas que viven a larga distancia, intercambiar experiencias y conocimientos e incluso dinamizar movimientos culturales y políticos mediante el contacto con los usuarios. No obstante, las redes conllevan una serie de riesgos. En general, éstos son los mismos que los del resto de actividades que se llevan a cabo en la red. Si bien, hay algunos matices y características específicas de los peligros que pueden presentarse con el uso de las redes sociales. Los riesgos se presentan en una doble dirección. Los menores pueden ser víctimas de alguna de las amenazas o también, por desconocimiento, pueden incumplir alguna de las normas referidas a datos o informaciones de otras personas.